Revista
Biorrefinería
Vol.
3


.
3



Año:
2020
ISSN:
2602-8530
27
INTRODUCCIÓN

El
envejecimiento

acelerado

de

la

población

y
el
aumento

de

la

carga

de

enfermedades
crónicas
ha
generado
preocupación
internacional
y
creado
conciencia
de
la
importancia
del

mejoramiento

y

preservación
de
la

salud

(Mitra

y

Rodríguez-Fernandez,
2010;
OMS,

2015).

Estudios

epidemiológicos
desarrollados
por
más
de
50
años
han
manifestado
que

tales

inconvenientes

pueden
ser
contrarrestados
con
una

alimentación
balanceada
(Terry

et

al.,

2001),

de

ahí

que

el
mercado
mundial

de

alimentos

funcionales
esté
aumentando

a

una

tasa

anual

del

8-14

%
(Agriculture
and

Agri-Food

Canada,

2009).
Los
hongos
comestibles
son
considerados
alimentos
funcionales,

ya

que
presentan
propiedades
tanto
nutricionales
como
medicinales
que
permiten
mejorar
las
funciones
biológicas

y

por

lo

tanto

la

salud

del
consumidor
(M.

E.

Valverde,

Hernández-Perez,
y
Paredes-López,

2013).
El
segundo

hongo

comestible

más

cultivado

en
el
mundo

es

la

seta

ostra

(Pleurotus

ostreatus)
(Suárez
y

Nieto,

2013),

el

cual

sintetizan

gran
variedad
de
compuestos
bioactivos
como
glicoproteínas,
polisacáridos,
policétidos,
péptidos,
polifenoles,

lectinas,

betaglucanos,
entre
otros,

los

cuales

generan

reacciones
biológicas
que
favorecen
la
salud
del
consumidor
(Gomes-Corrêa

et

al.,

2016).

Se

ha
reportado
actividad

biológica

anticancerígena
(Deepalakshmi
y
Mirunalini,
2016),
antiinflamatoria
(Gunawardena

et

al.,

2014),
antimicrobiana
(Ramesh
y
Pattar,
2010),
antioxidante
(Khan

et

al.,

2017),

anti-tirosinasa
(Hapsari
et

al.,

2012),

antitumoral

(Devi

et

al.,
2015),
cardioprotectora

(Yan

et

al.,

2015),
hepatoprotectora
(C.

Zhang

et

al.,

2016),
hipocolesterolémica,
hipoglucémica

(Y.

Zhang
et
al.,

2016)

e

inmunomoduladora

(Llauradó

et
al.,
2016).


Las
propiedades

medicinales

de

P.

ostreatus
pueden
ser

aprovechadas

mediante

extracción
de
las

sustancias

bioactivas

que

le

generan.

Por
ende,
los
procesos
de
extracción
por
maceración
cobran
importancia,
ya

que
además
de

económicos,
son
sencillos
y
ecológicos.
Los
extractos
pueden
ser
empleados
como

materia

prima

para

la
formulación
de

otras

preparaciones

(Azmir

et
al.,
2013),

como

muestra

para

el

estudio

de
componentes
bioactivos
y
actividades
biológicas
(Smith,

2003),

o

como

insumo

para
aplicaciones
industriales
que
permitan
aprovechar
su

potencial

biológico

(Chitiva,
2010).
Dentro

de

las

aplicaciones

industriales
de
los

extractos

fúngicos

se

destaca

su

uso
como
cosmocéuticos,

nutricosméticos

(Taofiq
et
al.,
2016),
nutracéuticos,
nutricéuticos
(Niksic,
Klaus,
y
Argyropoulos,
2016),
y
biofármacos
(M.

E.

Valverde

et

al.,

2013).
La
distribución

y

consumo

de

los

extractos
fúngicos
constituye,

no

sólo

una

forma

de

uso
sostenible
del

capital

natural,

que

según

el
Plan
Nacional

de

desarrollo

actual

del

Ecuador
(2014-2018),
es

uno

de

los

objetivos

para

el
crecimiento
verde

del

país

(DNP,

2014),

sino
también,
una
forma
de
contribuir
al
mejoramiento
de

la

salud

de

la

población,

que
es
uno
de
los
Objetivos
del
Desarrollo
Sostenible
de

la

Organización

de

las

Naciones
Unidas
(ONU,

2015).
No
obstante,

los

procesos

de

extracción

de
sustancias
bioactivas

a

partir

de

hongos

no
están
estandarizados,

ya

que

las

farmacopeas
existentes
fueron
hechas
específicamente
para
tratar

material

vegetal
y
animal
(E.
Valverde
y
Dos
Santos,
2000).
Para
estandarizar
el

proceso

es

necesario

evaluar

la
influencia
de

los

parámetros

que

influyen

en

la
eficiencia
de

extracción.

Según

Valverde

y

Dos
Santos
(2000),

las

variables

de

entrada

que
influyen
en
la
maceración,
independientemente
de
la
escala
de
producción
o

del

tipo

de

producto

final

son:

el
estado
de

división

(tamaño

de

partícula)

de

la
droga,
la

agitación,

la

temperatura,

el

pH,

la
naturaleza
del
solvente
y
el
tiempo
de
extracción